Cuando en 1998 Corcho Rodríguez adquirió Yellow Rose, una hermosa finca en el corazón de La Barra, en Punta del Este, se convirtió en el tema principal de todas las revistas. No solo por su entorno encantador, sino también por la historia de amor que la acompañaba: las rosas amarillas habían conquistado el corazón de la principal diva de nuestra televisión, Susana Giménez, con quien el empresario mantenía una relación bastante pública en ese entonces.
Con el paso del tiempo y después de la separación de Susana, Corcho Rodríguez se dedicó a darle un nuevo significado a ese lugar y ese nombre: Yellow Rose ya no está oculta para los curiosos. Cualquiera que tome el Camino del Cerro Eguzquiza, la mejor ruta para llegar a San Carlos, puede ver el gran letrero sobre el portón de madera, y ya no es simplemente un homenaje a Susana, sino una de las casas de campo más bellas del Este que en los últimos años ha buscado abrir sus puertas: inauguró un club de polo y una bodega.
Para mostrar su apoyo al polo uruguayo y celebrar su incursión como empresario vitivinícola, Corcho organizó un gran asado en Yellow Rose el fin de semana, pero la gran mayoría de los invitados no fueron advertidos sobre la presencia de un vino de la casa en la mesa. El vino iba y venía entre los cientos de invitados pero no tenía etiqueta, lo que despertó la curiosidad de los experimentados catadores presentes, quienes descubrieron un nuevo sabor. “Así recibí comentarios muy auténticos. A Adolfo Cambiaso padre y a Eduardo Costantini les encantó y ya me están preguntando dónde comprarlo”, relató Corcho Rodríguez a LA NACION.
Junto con Verónica Lozano, fueron anfitriones de lujo de una noche diseñada para el disfrute: el cielo estrellado, el asado cocinándose en el fuego a pocos metros, el ambiente familiar, la buena música, una verdadera reunión de amigos. Por allí pasaron Federico Alvarez Castillo y Lara Bernasconi, Luciana Salazar, Pampita Ardohain, Julieta Kemble, Vanesa Kreth, Teresa Calandra, entre otros cercanos a la pareja.
Para Corcho Rodríguez, tener un viñedo en casa va más allá de simplemente satisfacer el paladar. Está profundamente interesado en la producción y está completamente inmerso en el proceso necesario para obtener un producto de calidad. En una conversación con LA NACION, reveló que han estado trabajando en la producción de vino durante los últimos siete años. “Inicialmente, realizamos una prueba de suelo con Caterina Viña, la enóloga. Descubrimos que podíamos plantar tres variedades: tannat, merlot o pinot noir. Me inclino por el pinot noir porque es suave y tiene mucho cuerpo. Establecimos un modelo de trabajo similar al del vino Romanée Conti,” afirmó, y la referencia a uno de los vinos más caros del mundo no le intimida. “Sí, nos fijamos un estándar muy alto, pero lo aceptamos porque queremos seguir con ese enfoque.” Los resultados, sin embargo, respaldan esa aspiración: la primera producción, en 2011, fue de mil botellas porque solo cosecharon las uvas perfectas, lo que significa descartar casi un 70% de las frutas. “Puede que no sea comercial al principio, pero lo ganamos en calidad a mediano y largo plazo.” En 2012 y 2013, no hubo vino debido a que las uvas no estaban en condiciones. Ahora, tienen como objetivo producir 5000 botellas.
Las plantas fueron importadas de la Borgoña, Francia, y ocupan cuatro hectáreas de terreno, que aparentemente está muy poco intervenido por la parte “industrial”. “No se riegan; las dejamos que crezcan fuertes y convivan con la naturaleza sin riego ni químicos. Aunque no es orgánico, es lo más natural posible,” explicó el empresario, quien se muestra como un verdadero experto en producción. Siempre le ha interesado conocer el proceso y, por supuesto, disfruta de los sabores que ofrece la bebida de Baco. “Tengo amigos con bodegas en Argentina y en diferentes partes del mundo. Me gusta experimentar; siempre me ha parecido interesante porque puedes agregar tu propio toque. Vas probando y ves qué vino te gusta y sigues produciéndolo,” añadió. Por ahora, no tiene objetivos comerciales muy ambiciosos y no han vendido ninguna botella. La producción de este año alcanzará las 5000 botellas, que planea distribuir entre familiares, amigos y comenzar a ofrecerlas en algunos restaurantes. “La idea es venderlo exclusivamente, para que la gente lo pida a través de una página web, colocarlo en algunos lugares específicos, restaurantes clave que nos gustan porque los hemos visitado y conocido. Lo probé con muchas personas en el hotel Bristol de París, Fasano en Brasil, en Cipriani; son restaurantes que me gustan y les ofrecimos el vino y les gustó,” explicó.
Además, comprometido con su club de polo, que se puede visitar porque está registrado en la Asociación de Polo de Uruguay, publicará un libro sobre Yellow Rose para mostrar el trabajo con sus caballos, los logros del club y el estilo de vida de la casa de campo. Este libro se distribuirá con el vino, que ya no especificará la variedad en su etiqueta. “Es el vino de la casa, el vino Yellow Rose,” concluyó.
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